El dragón es agua. Mar espuma escamosa.
Marea que inunda y borra nuestros pasos, halando en caricias lo que no se ve
más, lo que se escapa de las manos, del aliento, del respirar. El dragón
envuelve nuestros sueños en su oleaje, los sumerge hasta el fondo y hace
remolinos de sal; luego los susurra y guarda en un caracol. El dragón es
espiral marina: canto intenso de todas las voces, canción vaivén y esperanza.
El dragón es transparencia, su delicada línea deja contemplar lo que trae
dentro para después expulsar una ola de fuego. A pesar del arrastre, el dragón
es frescura. Algunas noches también duerme, soñando que es vida. Pequeños
fragmentos de él se le desprenden y humedecen los ojos de aquellos que aún creen.
El dragón toma siempre la forma de quien lo contiene: es mujer guerrera,
caracol: música fantástica.